GRUMI de misionero en casa
“Hermana, hermano, aunque en el corazón hayas sepultado la esperanza, no te rindas: Dios es más grande. La oscuridad y la muerte no tienen la última palabra. Ánimo, con Dios nada está perdido”.- Papa Francisco
En estas semanas, la vida de millones de personas cambió repentinamente. Para muchos, permanecer en casa ha sido una ocasión para reflexionar, para detener el frenético ritmo de vida y dar un giro total hacia la tecnología, para estar con los seres queridos y disfrutar de su compañía. Pero también es para muchos un tiempo de preocupación por el futuro que se presenta incierto, por el trabajo que corre el riesgo de perderse y por las demás consecuencias que la crisis actual trae consigo.
Don Bosco solía decir: “Hay que tener la paciencia como compañera inseparable”. Es cierto, diariamente vemos en los noticieros; cuántos infectados, cuántas personas pierden la vida, cuánto se expande cada día y qué medidas de prevención deben tomarse. Quizá el coronavirus nos está llenado de incertidumbre, de miedo, de aislamiento, pero debemos saber que tenemos que hacer equipo, tenemos que colaborar, ser solidarios con las personas más vulnerables, tenemos que ser más humanos…
Para Mí, el Coronavirus es solamente la muestra de la vulnerabilidad humana, bastaron algunos días para que cosas inimaginables pasaran:
Constantemente nos quejamos por la falta de tiempo… ahora contamos con el suficiente que no sabemos qué hacer con él. Pasan y pasan los días y nos desconcierta no saber cuál día de la semana es, o reflexionar sobre varios cuestionamientos que nunca nos hicimos antes… ¿Te has detenido a observar la belleza del cielo, día y noche?, ¿Has visto lo hermosa que se ve la ciudad sin autos y contaminación?, ¿Notaste la libertad de los animales sin la explotación de sus ecosistemas?
Reflexioné sobre el impacto que tiene esta situación no solo en nuestra economía, sino en nuestra vida social, en nuestra “inconformidad” de estar en casa, en nuestra tolerancia y paciencia y como todo ello nos define como personas, pero existen cosas más importantes, externas a nuestro bienestar único, que nos llaman a ser santos hoy en día.
Las familias se encuentran totalmente reunidas y ya no existen viajes de trabajo, reuniones hasta tarde y la falta de convivencia en casa. El trabajo dejó de ser la prioridad en muchos hogares, los viajes y la vida social también. De repente entendemos el verdadero concepto de ser seres humanos, que va de la mano con el valor de las palabras solidaridad, amor, fuerza y fe.
El coronavirus destruyó los límites clasistas de la humanidad, nos dimos cuenta que nos encontramos en el mismo barco; ricos y pobres luchando por sobrevivir. Que ya no interesa si cuentas con un servicio médico privado o público, todos somos vulnerables y debemos trabajar en equipo para ayudar a los que más lo necesitan.
“Sabemos muy bien que lo que estamos haciendo no es más que una gota en el océano. Pero si esa gota no estuviera allí, al océano le faltaría algo”- Madre Teresa de Calcuta. La mejor ayuda que podemos brindar, es dar GRACIAS por otro día más de vida, gracias porque nos encontramos con personas que nos aman. Orar por todas las personas que necesitan seguir creciendo en esperanza y fe, porque ahora la humanidad es un solo individuo, todos dependemos del prójimo.
Fue muy doloroso para mis compañeros y para mí, aceptar que este año GRUMIS ICG no podía misionar en Oaxaca, estuvimos en preparación con más de 100 jóvenes que aceptaban el compromiso misionero, aquel que brota de la ardiente contemplación de Jesús y el anuncio gozoso de su palabra. Pero algo nos queda claro a todos los misioneros: Nunca dejamos de ser evangelizadores, a donde quiera que vayamos, buscamos esa esencia que nos hace tocar en lo profundo de nuestro corazón y nos permite transmitirlo a cada ser que habita en el planeta. Esa sensación, gesto, texto o acción que nos recuerda que Dios nos ama. Consta de celebrar la vida en cada momento en el cual pareciera que algunas veces no hay nada que celebrar…
“El corazón del cristiano camina sobre rosas, si está por completo bajo la cruz”- Martin Lutero. Quizá Dios quería prepararnos más, quiso que transportáramos las misiones a nuestros hogares y que el amor que sentimos por él crezca desde nuestras familias.
Invito a cada lector de éste escrito, que no tenga miedo de la oscuridad, no caiga en malas intenciones, no tema sobre la situación actual, que trate de ser santo en pleno siglo XXI. Dios tiene nuestro destino preparado, está en nosotros saber cómo vamos a aprovecharlo, depende de ti decidir qué quieres hacer en la vida.
Uriel López Carvajal
Ex alumno y misionero
Instituto Salesiano Carlos Gómez, SLP